miércoles, 20 de junio de 2012

Reductio ad absurdum.

"A vos nadie te hubiera imaginado; sos el que no puede existir."
La primera vez que logré que alguien me prestara atención; y la única vez que, mientras viví en la república, alguien me miró a los ojos y se dirigió a mi directamente; sus palabras, de anciano vencido que siente que ya nada importa abandonar brevemente las reglas del juego, hicieron eco en cada rincón de mi profundo vacío existencial; ese que reflejaron luego mis ojos, mis cejas y mi boca, en un gesto de incredulidad y miedo con tristeza, de niño ofendido y de desesperación.
Fue eso, y luego escuchar la historia, una historia apurada, como escupida. Una historia con el apuro por dejar de hacer lo que no debe hacerse. La historia que no debía ser.
Enterarme primero de esa mujer que había nacido en esta misma ciudad, y yo creo haberla visto un par de veces ¿no estaba siempre al final de esa caravana, justo detrás del cochero, cuando desfilaban carruajes y yo no entendía que pasaba?, pero la historia ya está empezada y no se detiene ni da lugar a preguntas. Ella era la única hija de un importante Señor, y su decorosa dama de importante nombre. Dueños de muchas tierras, justo hacia allí, donde termina la ciudad. Apellidos conocidos en toda la República.
Ella crecía bien, y era buena, era buena siempre, pero un día escapó del carruaje sin que el cochero se diera cuenta (ese cochero, lo bien que hicieron en fusilarlo), anduvo un rato extraviada y conversó con la persona con que no debía conversar.
Enterarme luego de él, el que soñaba desde pequeño con ser un valiente soldado, la humilde y honorable escolta de un héroe de a caballo. El bandido. Lo perseguían con los trajes que hubiera querido usar; cómo podría haber sucedido, se lo preguntaban todos, y luego lloraban; algunos sólo se lamentaban, o decían que su hijo había muerto.
Un día rondaron por acá las noticias del joven bandido. Porque, decían, se lo había visto por allí, por donde termina la ciudad.
Él seguía las vías del ferrocarril, nunca sabía donde estaba. Ese día había cruzado algunos cercos, a campo abierto, pocos árboles, creía vislumbrar una casa. No estaba preparado para nada grande, sólo esperaba robar algo para comer. El carro se había marchado vacío, la chica se alejó cuanto pudo, sentada bajo un pino comía una manzana robada. ¿qué edad tendría, tan sólo doce años? qué cara de susto, me conocés de los carteles... pero yo no soy tan malo. La huida debió haber sido.
Las huidas que no debieron ser, pasaron luego desapercibidas; de vez en cuando se extraviaba un poco, ligeros reproches ¿en dónde estabas? nos preocupaste, te queremos tanto; otras veces eran excusas tontas, pero le creían porque era buena, era buena siempre.
La tranquilidad continuaba, cegada por el manto del engaño, galopaba derecho, hasta que no hubo más camino. Primero esos dolores y después vestir tanta ropa, quién es hija, podemos hacerlo ascender, conseguirá un cargo importante, su familia adquirirá primero renombre, y luego podrán casarse. pero ella no dice nada, y el tiempo pasa, es cada vez más obvio.
ya habían pasado años, el joven bandido era ahora el rostro más buscado en toda la república, nadie le desconocía. Y aquel pobre jornalero le reconoció enseguida en ese abrazarla un instante y huir. Un oficial importante escoltado por varios hombres iría directamente a buscar al que hubiera difundido ese rumor tan terrible, parecía un hombre trabajador y sincero, aun así lo fusilaron. El importante señor y su decorosa dama de importante nombre estaban muy enojados.
Ella lloraría luego, y lo confesaría, pero nadie podría creerle, mentía, decía algo que no podía ser cierto, ella que había sido siempre tan buena.
Lo que nunca sucedió no engendra nada, todos lo asumieron.
Nunca lo habían perseguido con tanta saña, por eso nunca lo habían atrapado, por eso nunca lo habían fusilado. Nadie escribió su biografía, quedó fuera de la historia.
¿Llora todo el viaje, papá? había preguntado un chico a mi lado, cuando yo no entendía qué pasaba. No, sólo cuando pasa por este pueblo. 
habiendo acabado la historia el viejo miró hacia otro lado, yo agaché la cabeza.
Había mucho trabajo por hacer, así que asumí mi destino; levantando la carretilla me repetí una vez más "a vos nadie te hubiera imaginado, sos el que no puede existir."

  

jueves, 26 de enero de 2012

Una noche boca arriba.

Ruido de platos, vasos apoyados, sillas acomodándose y murmullo. La oscuridad absoluta se convierte de un momento a otro en luz y colores que empiezan a tomar forma. Las voces provienen ahora de personas con cara, que se miran y se hablan, que ríen y sonríen.
Se acomoda en el sillón, siente todos los músculos entumecidos. Intenta en vano reconocer las caras que lo rodean. Nadie parece haber notado que despertó, aunque quizás lo notaran sin darle importancia.
Se encuentra en un living, frente a él hay una mesa pequeña con patas de madera y una superficie de vidrio. Algunos recipientes con papas o maníes y vasos con cerveza a medio tomar se muestran responsables del ruido de vajilla que lo despertó junto con el murmullo. También se escucha música, no suena muy fuerte, pero es música de fiesta.
Repentinamente nota la presencia de la chica que está a su izquierda y lo mira; tiene la impresión de que lleva un rato haciéndolo.
Es muy delgada, tiene rulos castaños, una sonrisa amplia y dientes grandes.
-¡Hey, hola! ¿Viniste a la fiesta a dormir? –Lo interroga en tono de reproche, pero sin perder la sonrisa.
Ahora todo pareciera sucederse entre ellos dos, como si estuvieran aislados, alrededor todos siguen riendo y sonriendo, hablándose, fumando y bebiendo como un fondo repetitivo cada vez más lejano.
-Estoy un poco perdido –confiesa. 
-Ya no. Te encontré.

martes, 24 de enero de 2012

Asfixia voluntaria

(reflexiones sobre la posibilidad del suicidio como 
resultado del absurdismo y el pesimismo existencial)


"La solución del problema de la vida 
está en la desaparición de este problema.
 (¿No es ésta la razón de que los hombres 
que han llegado a ver claro el sentido 
de la vida, después de mucho dudar, no 
sepan decir en qué consiste este sentido?"
Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-philosophicus
1
El suicidio responde, ha respondido, y responderá, meramente a una crisis de valores lo suficientemente grande como para sumergir al individuo en un sufrimiento imposible de soportar. El idioma del mundo, externo al sujeto, no se condice en ese momento con su idioma interior, el de sus primigenios principios. La distancia, que siempre existió, se vuelve ahora insalvable, nada puede conciliarlo con la vida. Atacar directamente el problema, la causa básica del sufrimiento, es la acertada respuesta del sentido común. No existe nada demasiado peculiar en un suicida. Puede haber personas con mayor o menor tendencia a sufrir una crisis de este tipo, personas más o menos susceptibles ante una pérdida parcial de los valores,dispuestas a presentar más batalla o dotadas quizás de herramientas más eficaces para hacerlo; pero no ha existido, existe, ni existirá el ser humano que, aún dadas las condiciones necesarias para desmoronar irresolublemente todos sus valores, no se quite la vida. 

2
El suicidio no responde jamás al acto reflexivo, el ejercicio intelectual que se topa con el carácter absurdo de la existencia.  La reflexión resulta, por definición, estrictamente incapaz de despojar a la vida de sentido. Pretender divorciar la subjetividad del significado equivale a caer en un contradictio in adjecto. 
2.1
Yo ente, no estoy dotado de sentido en mi mismo, no soy por razón alguna, ni cumplo función alguna bajo ninguna acepción posible de la palabra. El mejor sinónimo de indiferencia se prestaría impotente al momento de describir lo que resulto ante la totalidad de la energía y el infinito de los aconteceres (el universo).
Distinta es (a comparación con este dios innegable que no necesita ni necesitará de la percepción) la condición del sujeto, paradigma de la limitación.
2.2
Si yo, en tanto sujeto, careciera de valores, me estaría vedado el acceso a lo que entiendo por conocimiento. En donde no hubiere significado, nada habrá, nada podré percibir. 
Ni siquiera un ciego que alguna vez pudo ver es capaz de describir su ceguera. El no-signo no puede ser objetivado y por tanto no existe, carente de existencia no puede ser definido.
2.21
Yo, ente, no estoy dotado de sentido en mi mismo, sin embargo, me manifiesto ante un sujeto sólo en condición de objeto. Cobro entonces valor, paso a tener sentido. Un sentido primordialmente estético al que luego se podrán subordinar infinitos sentidos de todo tipo. Si el sujeto no pudiera brindarme un sentido, incapaz de objetivarme, no me podría percibir.
2.3
Para reflexionar sobre la propia vida necesito abstraerme de mi realidad inmediata y objetivarla, una vez que la percibo, por el sólo echo de percibirla, la percibo modificada (síndrome de Heisenberg)  
Todo análisis que haga de ella podría llegar, sí, mediante la abstracción, a encontrarla teóricamente carente de sentido. 
Pero jamás voy a ser capaz de corroborar que esos resultados se condicen con la realidad. 
Tomo nota de ellos, pero al momento de volver la vista hacia mi objeto de estudio, lo encuentro de nuevo dotado de sentido: porque de no ser así, pues no lo encontraría.     

3
El suicidio no puede ser causado por la reflexión sobre la vida directamente; en la medida en que esta reflexión decantara en una crisis de valores, podría convertirse en una causa indirecta, pero no conduciría a semejante instancia si el panorama externo no lo propiciara. 

domingo, 9 de octubre de 2011

Gío a la guerra.

"Todo ciudadano argentino está obligado a armarse 
            en defensa de la Patria y de esta Constitución      
    conforme a las leyes que al efecto dicte el           
Congreso y a los decretos del Ejecutivo Nacional."
Artículo Nº21 de la Constitución nacional argentina.


Gío a la guerra ¡qué locura! mi amigo Gío disfrazado de soldado.
Ahora nos miramos a los ojos con un signo de interrogación en la pupila; Algo me dice que no vamos a volver a sonreír por un tiempo.

¿Y si cayera una bomba, Gío? si una esquirla incandescente, un vil pedazo de plomo truncara la maravillosa sinergía de tu cuerpo... ¿qué pasaría entonces con tu risa entrecortada? ¿No volvería a hacer eco cuando rías en los callejones, ni a perderse tras el viento cuando rías en las plazas? ¿Y yo no habría ya de intuir de noche, al lado tuyo, charcos, sanjas, por la calle, entre los coches, ni me harías ver de día verde vida tenaz, entre el asfalto de la ciudad prolongada y ruidosa?
Sólo intento decir que quiero que vuelvas, para levantar las baldosas con tus raíces, para irme por tus ramas y florecer en delirio, como cuando todo el arte es tierra fértil y tu creatividad, mi primavera.

Gío a la guerra, cómo si la vida no fuera ya un absurdo.

¡Huí Gío! salvanos a todos de esta desesperación que nos destruye el corazón; huir no es cobardía, cobarde es el que nunca empuñó un libro para leer a los gritos por la calle.

viernes, 24 de junio de 2011

Ella se electrocutaba

Truncó una conversación levantándose en la oscuridad y tropezó con todo lo que encontró en su camino para llegar hasta la puerta. Seguía un grito o un llanto, con la desesperación del momento cúlmine, del instante trágico.  Se asomó por la puerta de la pieza contigua y los vio sentados. Y ella sólo reía. 
"¿qué pasa?" qué te pasó, qué es esa cara.
Volvió confundido a la pieza más oscura, ahora más oscura. Escuchando raro, todavía con el rostro paralizado en un gesto de terror, con la mirada perdida en la semipenumbra de la habitación y las ideas nubladas por un momento que no se terminaba. Y ahora volvía a acostarse, y ahora quebraba en llanto
"Gonza, no pasó nada..." Prenden la luz, lo miran, lo tranquilizan, pero nadie puede ver como él lo ve, en la oscuridad solitaria, en su cabeza, entre murmullos, a través de la puerta, con un haz de luz, los gritos del momento cúlmine, el llanto del instante trágico. Todavía saltaba desesperado, y tropezaba, todavía los gritos, entre los murmullos, todavía se moría en silencio, y los gritos, o el llanto, todavía se descuidaban y hablaban acostados,  todos en sus piezas, y allá sola, en un instante, ella se electrocutaba.


lunes, 25 de abril de 2011

Momento angular

La entrada debería haberse llamado cobardía, pero si tuvo otro nombre fue más que nada por una cuestión de vergüenza que, dicho sea de paso, también hubiera sido un título válido.
Pero no, justamente por eso (válgame la paradoja) debía tener un nombre muy distinto. No un nombre ligeramente distinto, que hubiera devenido en la tarea de seleccionar el sinónimo menos hiriente; ni siquiera uno bastante distinto, enfocando hacia algún concepto de psicología con el que se podría relacionar fácilmente.
No, tenía que ser un nombre completamente distinto. Lo que propiciaba a olvidarse por un momento que el nombre en cuestión debía guardar alguna relación con el contenido de la entrada...
¿Se acordaría luego, ya inmerso en la tarea de redactar, para entonces desesperar y enredarse en una maraña de ideas? ¿Llegado el caso haría un esfuerzo intelectual para cambiar el rumbo del texto de una forma sutil, haciendo uso de una capacidad para conectar conceptos casi sobrehumana o se limitaría a un cambio brusco, grotesco, casi injustificable que pusiera en evidencia su estrecha sagacidad?
No lo sé.
Pero sí sé que en 1974 Anthony Hewish recibió el premio novel de física. Y lo recibió por haber descubierto junto con la ayudante Jocelin Bell lo que hoy conocemos como Púlsar, la reminiscencia posterior a una supernova caracterizada por su rotación y la emisión de radiación electromagnética a intervalos regulares que hizo que un desconcertado Hewish creyera haberse topado con una civilización alienígena.
Llegado este punto de la entrada explicarte el concepto de "momento angular" es una tarea fácil. -¿Fácil? te preguntás-  Sí, puesto que si yo tuviera que explicar, por ejemplo, que me gustás, me encontraría con la dificultosa tarea de encriptar la narración cada vez más, movido por esa vergüenza, (¿o era cobardía?) que ya te había mencionado. Al fin y al cabo, los pulsos electromagnéticos de nuestra estrella de neutrones son estrictamente regulares... mientras que las certezas que el pobre escritor pueda tener sobre sus emociones oscilan de formas indescriptibles.
Vas a estar de acuerdo entonces que explicarte como funciona una magnitud vectorial característica de los cuerpos en rotación (cómo nuestro Púlsar) que es la fuerza que afecta a un móvil que está en un plano perpendicular al vector es una tarea demasiado sencilla en comparación a confesarte, por ejemplo, cuantos besos en la boca proyecté antes de (una vez más) darte uno en la mejilla, y esto se debe, probablemente, a que sé a la perfección como vas a reaccionar si elijo explicarte el momento angular; no así, si procediera de la otra forma.
No me queda mucho más por escribir y llegado este punto de la entrada no creo haber logrado dejarte claro lo que es el momento angular, aunque para ser sincero... no era eso lo que te quería decir.
Lo que sí quedó claro, quizás, es que la entrada debería haberse llamado cobardía, pero si tuvo otro nombre fue más que nada por una cuestión de vergüenza que, dicho sea de paso, también hubiera sido un título válido.

domingo, 17 de abril de 2011

Aufklarüng

"Pensemos en nuestra propia extrañeza ante el coro y ante el héroe trágico de aquella tragedia, a ninguno de los cuales sabíamos compaginar con nuestros hábitos ni tampoco con la tradición - hasta que redescubrimos que esa misma duplicidad es el origen y la esencia de la tragedia griega, la expresión de dos instintos artísticos entretejidos entre sí, lo apolíneo y lo dionisíaco."
Friedrich Nietszche, El nacimiento de la tragedia, Capítulo 6

Ruido de pupitres, y el murmullo subyacente que cesará en razón de veinte segundos, cuando entre por la puerta que está a mi derecha ese individuo, al que este blog le debe quizás un poco más que el nombre.
Quién más que él, en paradójica redundancia, podría ser un tipo de representación corpórea de lo Apolíneo y lo Dionisíaco en conflicto interminable, al tiempo que narra y describe este mismo conflicto, alternando entre generalidades y detalles, y contestando en el medio alguna pregunta de carácter improcedente. Es esa relación la que voy a poner en evidencia (o formular), en esta entrada pretenciosa, tendenciosa, subjetiva y de reducida credibilidad .
- ¿Qué es la filosofía? Vamos a ahorrar algo de tiempo escribiendo la definición.
Los próximos cinco minutos van a ser una especie de prólogo en el que no sólo nos pone al tanto del estudio racional del mundo sino que enmarca su propio estilo estructurado serio y medido. Luego de unos minutos cuando sepamos que no gusta de los exámenes y cuando notemos la dinámica con que enseña vamos a empezar a percibir esa dualidad que lo caracteriza. Así empieza la clase, contesta preguntas, todo remite a un fin plenamente práctico. Hay algo mediando entre él y nosotros, una inteligencia que construye su exposición sobre una estructura racional.
Entonces hila mágicamente conceptos que un humano normal expresaría así quizás: sujeto y objeto, suponer que existe algo cognocible, El instinto es débil en el hombre por lo que necesita teorizar, Nietzche, El mito de Sísifo, Prometeo, transición del mito al logos, El lenguaje como instrumento clave para el dominio del mundo, matemática: pasar por alto la experiencia...
-Hay racionalidad en el mito y el mito subsiste en el logos... ¿Si?
Por supuesto.

La  razón está al servicio de la animalidad cuando en plena manifestación de argumentos harto razonables le niega la posibilidad de interrumpir la clase al joven del centro de estudiantes cuyo discurso se perderá así en el éter de los discursos no pronunciados; pero lo hace dejando entrever sus impulsos, la indignación. El tono de voz revela algo que va más allá de su costado apolíneo...
Y es así como empieza a encarar el final de la clase, y ahora narra, pero parece narrar porque algo en lo más profundo de él lo necesita y porque es una necesidad inmediata, ya no responde a la esencia misma del logos, ya no sacrifica su deseo en la isla de los lotófagos.
-Los soldados de Agamenón sacrifican una sierva sagrada de Meter. La diosa enojada detiene el viento, o según otras versiones envía vientos huracanados, el resultado es el mismo, las naves griegas no pueden partir hacia Troya. La diosa exige el sacrificio de la hija de Agamenón, Ifigenia, entonces este se ve obligado a pagar por algo que no hizo pero de lo que de todas formas es responsable y envía una carta en la que solicita la presencia de su hija para casarse con Aquiles.
Así narra y nada lo detiene y ya ni siquiera él sabe si lo que cuenta es pertinente. No parece importarle pero a los que escuchan tampoco, o por lo menos a mi tampoco.
Sé lo que va a contar, sé que Ifigenia va a presentarse acompañada de su madre para la boda y que ahí se concretará el siniestro fatídico, sé que con frialdad Clitenmestra le deseará a su esposo que parta y que vuelva de Troya victorioso, y lo deseará con sinceridad para poder concretar la venganza, contentando a las Nerineas, dando sangre a la sangre.
Sé que van a pasar diez años y cumpliéndose las profecías del oráculo Agamenón volverá victorioso. En definitiva sé como sigue la historia. Pero eso resulta absolutamente indistinto, porque escucharla mil veces sería escuchar mil veces la misma historia viviendo mil historias distintas.
-Y atrapándolo con una red mata a Agamenón, y mata también a Casandra que había vuelto con él. Pero ahora se cometió otro crimen que tiene que ser vengado. Así, con el regreso de Orestes, hijo de Agamenón, comienzan las Coéforas. Bueno, Nos vemos el viernes.
 Nuestro héroe trágico hace mutis y a bambalinas, antes me sostiene la mirada unos segundos como suele hacer y yo pienso en decirle que está olvidando quitarse la máscara, no lo hago y así desaparece por la puerta que probablemente lo transporte a otra dimensión idílica o lo transforme, porque él no puede vivir entre los humanos.
Ruido de pupitres, y el murmullo subyacente; así concluye, ¿no lo esperaban?. Acta est fabula, ¡plaudite!